El doctor Goldacre, psiquiatra y epidemiólogo, es escritor sobre temas
de ciencia
Ben Goldacre: Cuando el remedio es peor
que la enfermedad
"Estamos permitiendo a laboratorios no publicar los hallazgos que
no les gustan o interesan" | En septiembre de 2012 ha publicado un segundo
libro, 'Bad Pharma: How Drug Companies Mislead Doctors and Harm Patients' |
"Mi libro es un ataque a la industria farmacéutica -acepta el autor- pero
no es desmedido".
Ben Goldacre habla con LaVanguardia.com sobre su libro
'Bad Pharma' Iona Hodgson
"Si yo lanzo una moneda y la mitad de las veces no le muestro los
resultados, puedo persuadirla de que tengo una moneda de dos caras. Si lo hago,
estoy siendo deshonesto y usted es una idiota por permitirme hacerlo".
Pero desafortunadamente, dice el doctor Ben Goldacre en conversación con La
Vanguardia, estamos siendo idiotas todos porque estamos permitiendo a
laboratorios hacer lo mismo con estudios de medicamentos: no publicar los
hallazgos que no les gustan/convienen/interesan. El resultado es un problema a
gran escala que revela cómo una gran parte del cuerpo médico desconoce
realmente los efectos de las drogas prescritas y las consecuencias están siendo
trágicas para pacientes en todo el mundo.
Ben Goldacre (1974) es inglés, educado en la Universidad Oxford y UCL,
tiene un master en Filosofía de King's College y es miembro del Colegio Real de
Psiquiatras. Actualmente es fellow de epidemiología en la Escuela de Higiene y
Medicina Tropical de Londres. Ese es su "trabajo principal". Su otro
trabajo es de escritor sobre temas de ciencia. Todo comenzó en 2003 cuando
decidió llamar a la centralita del diario The Guardian y proponer un artículo
para esclarecer un asunto médico. Pronto empezó una columna semanal los sábados
(hasta noviembre 2011) titulada Bad Science, nombre del que es hoy su veterano
blog principal (también tiene otro de temas varios). La columna se convirtió en
una referencia de crítica informada sobre inexactitudes en informes
científicos, rumores sobre presuntas amenazas a la salud, pseudociencia,
manipulación en medios, empresas de mercadeo y la industria farmacéutica. Así
mismo, indagaciones sobre tratamientos de 'medicina alternativa' y sus
practicantes.
La verdad de las acusaciones hechas por Goldacre
Desde su columna, Goldacre ha demostrado la falta de fundamentos de
campañas antivacunas para niños, así como en los supuestos beneficios de
productos como los promocionados por Gillian McKeith, nutricionista célebre en
la televisión británica o de las vitaminas que Matthias Rath administraba a
personas con sida en pueblos africanos. Estos casos trajeron demandas
judiciales en las cuales finalmente se demostró la verdad de las acusaciones
hechas por Goldacre. Entre otras, que el título de 'doctora' de McKeith era
falso y que la Asociación Estadounidense de Consultores Nutricionales a la cual
pertenecía ella era una organización que enviaba certificados por correo
fácilmente. De hecho él compró uno a nombre de su gata Henrietta, por $60.
Goldacre también ha publicado numerosos artículos en los cuales desmonta
historias periodísticas sobre supuestos beneficios de alimentos y suplementos.
También ha demostrado el sinsentido de curas de 'detox', a menudo recomendadas
en la prensa después de la temporada vacacional y fiestas navideñas: "una
pantomima de estilo de vida saludable. La evidencia muestra que reducir alcohol
y grasas tiene efecto si usted lo hace, al menos, durante 5 décadas. No se
mienta a usted mismo".
En 2008 publicó el libro Bad Science (Mala ciencia, Planeta), un
compendio revisado de varias de sus columnas y en el cual presentó evidencia de
sus críticas a la industria de suplementos a menudo catalogados como
'naturales', 'alternativos' que alegan supuestas propiedades coadyuvantes
medicinales. En septiembre de 2012 ha publicado su segundo libro, Bad Pharma:
How Drug Companies Mislead Doctors and Harm Patients (Fourth Estate).
"Es una extraña paradoja en medicina" dice Goldacre y añade:
"Somos siempre increíblemente cuidadosos para obrar de forma absolutamente
higiénica y asegurar que cada estudio individual esté completamente libre de
prejuicios y sesgos. Que todo está bien diseñado, bien administrado. Pero luego
sigue el segundo paso importante, cuando usted sintetiza y presenta los
resultados de todas las diferentes pruebas. Por alguna razón permitimos que
esta parte del proceso sea completamente caótica. Algunas veces escucha a un
médico tomar una droga y decir que funciona, y otro dice que no. Esto puede ser
porque si ud. hace 8 pruebas con un nuevo tratamiento, quizá 3 muestran un
resultado y 5 otro. Algunas veces son positivos, otras negativos y si ud.
selecciona a su antojo, si solo mira los resultados que confirman su idea
inicial, ud. puede convencer luego que algo funciona cuando no es así".
Larga serie de casos escandalosos
Goldacre demuestra cómo en muchos campos de la medicina internacional la
gente todavía ignora la revisión sistemática de la evidencia pero además, está
legalmente permitido que quienes hacen estudios con drogas farmacéuticas no
tengan que mostrar todas las pruebas llevadas a cabo a médicos y pacientes. En
su libro, Goldacre presenta una larga serie de casos, uno de ellos con el
medicamento reboxetine (producto de Pharmacia, ahora Pfizer): "Un
antidepresivo que yo mismo he prescrito. Leí todas las pruebas y todas
mostraban resultados salían bien pero solo 1/4 de las pruebas eran públicas, es
decir 3/4 de las pruebas hechas en humanos tenían acceso denegado al público, a
médicos. O sea que había que tomar la decisión sobre reboxetine basados en 1/4
de la información disponible. Sucedió que pudimos conocer la evidencia mediante
un gran esfuerzo de investigación que liberó los datos. Y encontramos que
reboxetine, aprobado por la Agencia Reguladora de Medicinas y Cuidado de la Salud
en el Reino Unido (MHRA) no solo no funciona sino que además, probablemente,
causa más mal que bien por los efectos secundarios y porque, repito, no
funciona. Fuimos engañados".
Este caso se conoció en 2010 cuando un grupo de investigación reveló que
el fabricante no había publicado la lista completa de pruebas cuando se le
había pedido, solo publicó la del resultado favorable (en 254 pacientes) y
escondió 6 (más de 2000 pacientes) que mostraban que el medicamento no era
mejor que el placebo. Goldacre constata que "no hay una ley contra la
compañía farmacéutica en esta situación ni contra quienes hicieron los estudios
pero para mí, esto es fraude […] ¿Por qué intentamos ignorar que la gente puede
estar borrando la mitad de datos de todos los estudios relevantes en la
literatura académica? Y lo que es increíble es que esto está absolutamente
generalizado, cada intento de corregirlo ha fallado hasta el momento y las
únicas soluciones propuestas son hacia futuro. Habrá nuevas leyes, diciendo por
ejemplo que toda prueba hecha a partir de octubre 2008 tendrá que ser publicada
en un año a partir de ser terminada. Y uno dice ok pero yo no practico medicina
basado en los resultados conocidos después de octubre 2008 sino que uso drogas
que llevan en el mercado 5, 10, 20, 30 años. Necesitamos toda la información
[con caracter retroactivo] y no hay excusas".
El caso del tamiflu
Otro caso que analiza el autor es el de tamiflu, la droga en la cual han
invertido miles de millones distintos gobiernos para almacenar en caso de una
pandemia de gripe, a pesar de que "la evidencia sobre si reduce el índice
de neumonía y muerte está retenida oculta hasta ahora". Merece la pena
recordar que en 2010 se conoció que varios científicos consejeros de la OMS
sobre la fiebre H1N1 tenían vínculos financieros con compañías que se lucraron
ampliamente de la recomendación dada por este organismo en favor de tamiflu. El
pasado 31 de octubre, Roche ha sido acusada de retener irresponsablemente datos
de estudios sobre este medicamento.
Además de estos casos de fallas graves en procedimientos de presentación
de pruebas por parte de laboratorios, Goldacre muestra fallas igualmente graves
en los organismos reguladores, que aunque pueden conocer casi toda la
información de las pruebas iniciales de un medicamento, igualmente la ocultan
al público e incluso a otras entidades gubernamentales. El autor explica por
ejemplo el caso con Lucentis (Novartis), una droga de muy alto costo (alrededor
de €1200 euros) que se inyecta en el ojo para casos de degeneración macular
aguda. El informe NICE documenta la evidencia sobre este tipo de tratamiento
pero está censurado para personal médico y pacientes: Toda la información sobre
su eficacia aparece cubierta de rectángulos negros, así como la de eventos
adversos. Faltan los nombres de algunas pruebas, así que quien lee no puede
conocer su existencia y verificar las referencias. Casos como éste abundan,
señala Goldacre, también en Europa continental. La revista francesa Prescrire
solicitó a la organización reguladora europea información sobre la droga para
dieta rimonabant y recibió 68 páginas en las cuales casi todas las líneas
estaban cortadas (más sobre la situación europea en este artículo de Scrip
Intelligence publicado el 30 de octubre).
Ha habido intentos de centralizar la información de pruebas de
laboratorio con drogas, incluyendo las de aquellas no publicadas o finalizadas.
Pero no han prosperado, salvo por el registro europeo EurdraCT, de la
Asociación Europea de Medicinas (EMA inglés) que tiene información de alrededor
de 30000 pruebas, pero también este recurso financiado con dinero público es
totalmente secreto tanto para el cuerpo médico como para pacientes, o
periodistas.
Un médico recibe entonces una buena parte de información fundamental
para su ejercicio profesional de forma parcializada, incompleta, distorsionada
y, de otro lado, recibe lo que escucha de parte de colegas, de tradición
popular, publicaciones especializadas y representantes de ventas de los
laboratorios. El problema aquí es que colegas pueden recibir dinero de la
industria farmacéutica, que además, se ha comprobado, tiene empleados
encargados de escribir en nombre de otras personas artículos para
publicaciones, algunas de las cuales son propiedad de los mismos laboratorios.
Además de tener fuertes lazos con organismos reguladores (como el caso de
Thomas Lonngren, quien fuera director de EMA hasta diciembre 2010 y en pocas
semanas estaba de consultor para una farmacéutica) la industria financia el 90%
de las pruebas clínicas e invierte agresivamente en mercadeo, publicidad y
cabildeo: de hecho el doble de lo que invierte en investigación, según cifras
obtenidas por Goldacre, quien afirma que este enorme gasto tiene un objetivo:
"distorsionar la práctica basada en la evidencia".
Todo el sistema necesita ser corregido
Las pruebas financiadas por la industria, muestran las estadísticas,
tienen 4 veces más de posibilidades de arrojar resultados favorables que las
pruebas en experimentos independientes. Un/a médico que es fiel a la ética
profesional puede ignorar el bombardeo comercial pero ¿qué pasa si la evidencia
disponible en los canales aceptados universalmente está alterada?, pregunta Goldacre.
"Nos afecta a todos. Todos los médicos [incluidos los más reputados]
pueden tomar decisiones basados solo en la información expuesta públicamente y
nadie tiene un acceso especial […] estamos expuestos a sufrimiento, dolor y
muertes evitables. Todo el sistema necesita ser corregido".
Goldacre documenta exhaustivamente cada una de sus afirmaciones y casos
de mala praxis tanto de compañías de la gran industria farmacéutica como por
miembros de la academia. Explica situaciones en la cuales las universidades,
por ejemplo, firman acuerdos de silencio que permiten suprimir resultados no
favorables de informes y ocultar su existencia; se abusa de esquemas de rápida
aprobación para sacar al mercado drogas ineficaces y no se cumple con las
pruebas necesarias a posteriori; aunque todos los experimentos clínicos deben
ser registrados antes de empezar, el archivo de EMA no es público, no hay
seguimiento para verificar que todos los resultados sean publicados; algunas
'enfermedades nuevas' parecen ser producto de artículos encargados por
laboratorios específicamente para sembrar la idea de que existen y de que ellos
tienen la 'cura' respectiva; algunos grupos de pacientes reciben dinero de
laboratorios para que hagan cabildeo en favor de medicamentos, incluso en casos
en los cuales se conoce su ineficacia. El libro menciona el caso de herceptin,
una droga que un grupo solicitó al NHS, el servicio médico público británico,
que pusiera a disposición de todas las pacientes de cáncer de mama. Esa campaña
fue organizada por una firma de relaciones públicas para Roche, el fabricante.
Herceptin no funciona en 80% de pacientes y solo parece alargar la expectativa
de vida por unos meses para mujeres en estado avanzado de la enfermedad.
"Estos problemas no han sido expuestos al escrutinio porque son muy
complejos para capturarlos en una frase sonora o incluso en 3.000
palabras" y Goldacre opta por una explicación detallada, dirigida a un
rango amplio de lectores, en 364 páginas: "Creo que si el público es
consciente de la magnitud de la situación se dará cuenta de que políticos y
organizaciones que deberían velar por su seguridad, le han fallado". Si él
tuviese el poder, "haría obligatoria la publicación de todas las pruebas
hechas en humanos, retrospectivamente". ¿El costo? Lo tiene calculado en
unos £200 millones (a razón de £2.000 para escanear los 100.000 documentos de
ensayos clínicos estimados y someterlos a un análisis meticuloso, no solo
estadístico). "Esto es nada comparado con el costo de los rescates
bancarios o incluso de ciertas pruebas de laboratorio", añade.
"Mi libro es un ataque a la industria farmacéutica", acepta
Goldacre pero "no es desmedido". Él reconoce que esta industria ha
producido algunas de las mayores innovaciones en medicina en los últimos 50
años, "salvando vidas a escala colosal", como escribe en la
introducción de Bad Pharma con una advertencia: "pero esto no les permite
ocultar datos, inducir médicos al error o hacer daño a pacientes". Así ha
respondido a una comunicación de la Asociación de la Industria Farmacéutica
Británica en la revista New Statesman. El autor piensa que la mayor parte de la
gente en estas compañías tiene, fundamentalmente, buenas intenciones pero la
situación actual, que no es nueva sino el resultado de errores y permisividad
acumulados, necesitará años para ser correctamente solucionada. Por esto, él
incluye al final de cada capítulo una serie de ideas concretas que pueden
beneficiar a pacientes, academia e industria en pro de un sistema de trabajo
transparente, fiable y seguro.
Intolerante ante los charlatanes, "que
pretenden ser distintos a la industria farmacéutica"
De otro lado, su libro no puede interpretarse como una defensa de
homeopatía o de tratamientos alternativos con practicantes
"charlatanes", a quienes ha criticado extensivamente: "ellos
también usan mal la evidencia de experimentos, escogen a su antojo las pruebas
que les interesan, quizá son peores […] Quiero decir, no me importa mucho si
alguien ingiere pastillas edulcoradas [homeopáticas], el daño que sí se está
haciendo es que le están mintiendo a los pacientes [acerca del efecto placebo].
Eso no es ético pero hay montones de personas que no son éticas en distintos
aspectos de sus vidas. Lo que me hace más intolerante ante los charlatanes es
que pretenden ser distintos a la industria farmacéutica y que la respuesta
sustancial a los problemas derivados de una regulación fallida sea comprar más
pastillas con azúcar. Esa no es la alternativa, eso es gente vendiendo sandeces
y usando problemas no relacionados como una forma de autopromoción".
El Dr Goldacre escribe en un lenguaje ligeramente técnico e ilustra sus
argumentos con abundancia de historias reales, referencias y enlaces a fuentes
primarias. La lectura final deja una sensación de desconcierto y profundo
enfado frente a una situación escandalosa y tolerada. No es una crónica de
'satanización' de una industria ni de fantasías conspirativas. Es un libro de
ciencia popular que, con el sello de observación y análisis microscópico del
autor, deconstruye un problema paso a paso con rigurosidad investigativa.
Finalmente, es un llamado de atención a la necesidad de educación científica
para comprender mejor el mundo en el que se vive hoy: "Pienso que en Gran
Bretaña y en casi todos los países occidentales desarrolados tenemos gente que
no entiende de dónde vienen las cosas, la noción que tienen es que vienen de
China. Las cosas salen de investigación, de ciencia, de gente que desarrolla
nuevos materiales, de tecnología, de informática", dice Goldacre, con la
vehemencia del nerd que confiesa ser y del médico que ha pasado mucho tiempo
estudiando en su laboratorio, en su casa, frente a su computador, con mucho
café y Twitter como distracción principal, descifrando informes de experimentos
clínicos para dilucidar fallos y responsabilidades entre quienes toman
decisiones vitales sobre la salud de millones de personas en todo el mundo.