Ricardo Tamayo León
Especialista en Administración de Servicios de Salud de la SEPS
Introducción
Especialista en Administración de Servicios de Salud de la SEPS
Introducción
La virtud de hacer lo correcto al momento de tomar decisiones nunca es más difícil que cuando de salud se trata, por la responsabilidad que esto implica y el desconocimiento del límite para actuar con capacidad y seguridad por uno mismo. Influye en esto no tener claro el panorama y la forma como el Lenguaje lo permite. Trataremos de generar polémica en un tema que se presta a identificar problemas que permiten intervenir a las personas en aspectos de su salud, con repercusiones en la misma, y mencionar que también tiene efectos sobre su economía o de terceros.
A menudo observamos como se difunde información relacionada a temas de salud que recomiendan tales o cuales productos para diversidad de males y contienen aseveraciones que se vuelven interesantes de creer, pero sin tener otro argumento que lo fundamente que la propia convicción de ser creíble para uno.
Es preciso discernir y precisar que existen temas fáciles de discriminar al entendimiento común y temas que requieren la participación de niveles superiores de conocimiento y análisis para validar su veracidad y utilidad real; sobre todo en temas de salud y medicina, los cuales tienen especial importancia por la condición de necesidad en la que se actúa, con consecuencias graves al distraer lo objetivo y generar confusión, propiciando dilemas al momento de tomar decisiones, como las demoras en el diagnóstico oportuno y la manipulación de condiciones que se pueden agravar por el uso de agentes inapropiados, con el consecuente peligro de incrementar la gravedad y riesgos de una situación de enfermedad.Diferencia entre alimentos y medicamentosEl uso inadecuado del Lenguaje, las limitaciones propias del mismo, así como la deficiente formación educativa, favorecen al poco orden y uniformidad de entendimiento de un mismo tema en diferentes segmentos de una sociedad, generando distorsiones de lo que se quiere expresar. Sin embargo, también hay quienes le dan un uso intencionado y manipulador para conseguir efectos con resultado de interés deseado, en especial cuando los limites que definen las palabras o términos no diferencian clara y taxativamente el significado entre una y otra. La interferencia que esto puede representar en el curso de una dolencia, no siempre es vista, sino cuando las consecuencias se manifiestan en los resultados.
La comercialización de servicios y productos para la salud encuentra expectativas atractivas frente a la necesidad y propician el consumo por medio de la publicidad, que contribuye a confundir y distorsionar la utilidad de la necesidad. Es en este punto donde se abusa de la promoción de alimentos con propiedades “curativas”, sin llegar a entenderse cuál es la diferencia entre un alimento y un medicamento.
Es inevitable no considerar la condición de mercado que ocupa la prestación de servicios y productos de salud, además del propio de los financieros vinculados a Salud, especialmente en una economía de libre mercado como la nuestra.
Buscando comprender el significado y encontrar la diferencia entre Alimento y Medicamento, recurrimos al diccionario. No obstante que entendemos como diferentes uno del otro, encontramos dificultad para diferenciar y separar a uno del otro por su definición.
La Real Academia Española (RAE) define:
A menudo observamos como se difunde información relacionada a temas de salud que recomiendan tales o cuales productos para diversidad de males y contienen aseveraciones que se vuelven interesantes de creer, pero sin tener otro argumento que lo fundamente que la propia convicción de ser creíble para uno.
Es preciso discernir y precisar que existen temas fáciles de discriminar al entendimiento común y temas que requieren la participación de niveles superiores de conocimiento y análisis para validar su veracidad y utilidad real; sobre todo en temas de salud y medicina, los cuales tienen especial importancia por la condición de necesidad en la que se actúa, con consecuencias graves al distraer lo objetivo y generar confusión, propiciando dilemas al momento de tomar decisiones, como las demoras en el diagnóstico oportuno y la manipulación de condiciones que se pueden agravar por el uso de agentes inapropiados, con el consecuente peligro de incrementar la gravedad y riesgos de una situación de enfermedad.Diferencia entre alimentos y medicamentosEl uso inadecuado del Lenguaje, las limitaciones propias del mismo, así como la deficiente formación educativa, favorecen al poco orden y uniformidad de entendimiento de un mismo tema en diferentes segmentos de una sociedad, generando distorsiones de lo que se quiere expresar. Sin embargo, también hay quienes le dan un uso intencionado y manipulador para conseguir efectos con resultado de interés deseado, en especial cuando los limites que definen las palabras o términos no diferencian clara y taxativamente el significado entre una y otra. La interferencia que esto puede representar en el curso de una dolencia, no siempre es vista, sino cuando las consecuencias se manifiestan en los resultados.
La comercialización de servicios y productos para la salud encuentra expectativas atractivas frente a la necesidad y propician el consumo por medio de la publicidad, que contribuye a confundir y distorsionar la utilidad de la necesidad. Es en este punto donde se abusa de la promoción de alimentos con propiedades “curativas”, sin llegar a entenderse cuál es la diferencia entre un alimento y un medicamento.
Es inevitable no considerar la condición de mercado que ocupa la prestación de servicios y productos de salud, además del propio de los financieros vinculados a Salud, especialmente en una economía de libre mercado como la nuestra.
Buscando comprender el significado y encontrar la diferencia entre Alimento y Medicamento, recurrimos al diccionario. No obstante que entendemos como diferentes uno del otro, encontramos dificultad para diferenciar y separar a uno del otro por su definición.
La Real Academia Española (RAE) define:
Alimento: (Del lat. alimentum, de alĕre, alimentar).1. m. Conjunto de cosas que el hombre y los animales comen o beben para subsistir.2. m. Cada una de las sustancias que un ser vivo toma o recibe para su nutrición.3. m. Cosa que sirve para mantener la existencia de algo que, como el fuego, necesita de pábulo.4. m. Sostén, fomento, pábulo de cosas incorpóreas, como virtudes, vicios, pasiones, sentimientos y afectos del alma.5. m. pl. Der. Prestación debida entre parientes próximos cuando quien la recibe no tiene la posibilidad de subvenir a sus necesidades.
Medicamento: (Del lat. medicamentum).1. m. Sustancia que, administrada interior o exteriormente a un organismo animal, sirve para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de esta.
Tanto los alimentos como los medicamentos tienen la connotación que sirven para algo distinto, sin embargo la utilidad para ambos puede ser la misma. Tal es el caso que los alimentos pueden servir para prevenir, curar o aliviar la desnutrición y corregir o reparar las secuelas de ésta, encajando perfectamente en la definición de medicamento y en contraparte los medicamentos pueden considerarse alimentos, como en efecto pueden ser sustancias administradas interior o exteriormente a un organismo animal para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de ésta.
No es un misterio que el desarrollo de la medicina moderna y su farmacopea se base en el desarrollo del conocimiento de propiedades de elementos y compuestos que se encuentran en la naturaleza y de otros desarrollados por el hombre y la tecnología, como los sintéticos. Siendo así no es de extrañar que muchos de los elementos y compuestos que se utilizan para tratar enfermedades, como drogas o fármacos medicinales (salvo los sintéticos), estén contenidos en distintos tipos de alimentos utilizados por el hombre. Si bien se puede entender o incluso afirmar que los alimentos tienen propiedades para tratar enfermedades, por lo tanto pueden considerarse también medicinas.
No se puede precisar diferencias excluyentes entre si para los alimentos, complementos nutricionales y drogas o medicamentos. Esto se debe a que el criterio que prevalece para la inclusión o exclusión en alguna categoría o considerarlo en una u otra denominación, es variable.
En un contexto donde se requiere comunicación a distintos niveles e intereses, la confusión puede entenderse a la hora de ubicar correctamente las palabras.
Todas las personas tenemos la necesidad de preservar nuestra salud y de recuperarla cuando no la tenemos, aunque la necesidad solo sea vista por algunos cuando la afección compromete la vida o su calidad. Saber como hacerlo y tener como hacerlo, no está al alcance de todos en igualdad de condiciones, hecho injusto pero de anhelo general, condición que genera mecanismos compensatorios de lo mas diversos.
En un escenario donde se mezcla la necesidad, deficiente formación educativa, pobreza y difícil alcance a los servicios de salud, surgen alternativas como las llamadas creencias, que muestran como mayor argumento una mezcla de referencias ancestrales, folclóricas y anecdóticas acompañadas de fe, y se encuentra campo propicio para publicitar consumo de “productos” con intereses comerciales. El usuario y la sociedad que lo alberga deben generar mecanismos que los protejan de la charlatanería. Esto no quiere menospreciar el valor que tiene el conocimiento popular y tradicional, pero es preciso establecer orden.
Es en estas circunstancias que se debe precisar cuáles son los alcances de la capacidad de consumir por utilidad, consumir por necesidad o consumir compulsivamente e inútilmente, con el riesgo de propiciar daños secundarios.
En un próximo Boletín analizaremos algunas verdades y mitos que nos lleven a un uso racional de los recursos en salud a nuestro alcance.
Tanto los alimentos como los medicamentos tienen la connotación que sirven para algo distinto, sin embargo la utilidad para ambos puede ser la misma. Tal es el caso que los alimentos pueden servir para prevenir, curar o aliviar la desnutrición y corregir o reparar las secuelas de ésta, encajando perfectamente en la definición de medicamento y en contraparte los medicamentos pueden considerarse alimentos, como en efecto pueden ser sustancias administradas interior o exteriormente a un organismo animal para prevenir, curar o aliviar la enfermedad y corregir o reparar las secuelas de ésta.
No es un misterio que el desarrollo de la medicina moderna y su farmacopea se base en el desarrollo del conocimiento de propiedades de elementos y compuestos que se encuentran en la naturaleza y de otros desarrollados por el hombre y la tecnología, como los sintéticos. Siendo así no es de extrañar que muchos de los elementos y compuestos que se utilizan para tratar enfermedades, como drogas o fármacos medicinales (salvo los sintéticos), estén contenidos en distintos tipos de alimentos utilizados por el hombre. Si bien se puede entender o incluso afirmar que los alimentos tienen propiedades para tratar enfermedades, por lo tanto pueden considerarse también medicinas.
No se puede precisar diferencias excluyentes entre si para los alimentos, complementos nutricionales y drogas o medicamentos. Esto se debe a que el criterio que prevalece para la inclusión o exclusión en alguna categoría o considerarlo en una u otra denominación, es variable.
En un contexto donde se requiere comunicación a distintos niveles e intereses, la confusión puede entenderse a la hora de ubicar correctamente las palabras.
Todas las personas tenemos la necesidad de preservar nuestra salud y de recuperarla cuando no la tenemos, aunque la necesidad solo sea vista por algunos cuando la afección compromete la vida o su calidad. Saber como hacerlo y tener como hacerlo, no está al alcance de todos en igualdad de condiciones, hecho injusto pero de anhelo general, condición que genera mecanismos compensatorios de lo mas diversos.
En un escenario donde se mezcla la necesidad, deficiente formación educativa, pobreza y difícil alcance a los servicios de salud, surgen alternativas como las llamadas creencias, que muestran como mayor argumento una mezcla de referencias ancestrales, folclóricas y anecdóticas acompañadas de fe, y se encuentra campo propicio para publicitar consumo de “productos” con intereses comerciales. El usuario y la sociedad que lo alberga deben generar mecanismos que los protejan de la charlatanería. Esto no quiere menospreciar el valor que tiene el conocimiento popular y tradicional, pero es preciso establecer orden.
Es en estas circunstancias que se debe precisar cuáles son los alcances de la capacidad de consumir por utilidad, consumir por necesidad o consumir compulsivamente e inútilmente, con el riesgo de propiciar daños secundarios.
En un próximo Boletín analizaremos algunas verdades y mitos que nos lleven a un uso racional de los recursos en salud a nuestro alcance.
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