Existen enfermedades que son producidas por agentes muy pequeños denominados, por ello, microorganismos.
Estos agentes pueden ingresar dentro de organismos más desarrollados mediante un proceso conocido como “infección”, multiplicándose y produciendo daños en este organismo, todo lo cual se expresa en una serie de molestias que son la manifestación clínica de estas enfermedades, generalmente llamadas “infecciosas”.
Algunas de estas enfermedades pueden ser prevenidas, es decir que puede evitarse su ocurrencia, mediante la administración a las personas aún no infectadas de preparados especiales elaborados con componentes de los mismos microorganismos que producen la enfermedad. Estos preparados son conocidos como vacunas.
La primera vez que se aplicó este principio de una manera sistemática por la medicina occidental fue hace más de 200 años, cuando el Médico Inglés Edward Jenner se percató, en medio de una de las peores epidemias de viruela que padeció Europa, que las personas que ordeñaban las vacas y que se enfermaban de “viruela vacuna”, una forma benigna de la viruela, a pesar de estar luego en contacto con enfermos de viruela común, no adquirían esta enfermedad. Jenner extrajo pus de la lesión de una ordeñadora y se la inoculó a un niño sano, el cual presentó los síntomas de la “viruela vacuna”. Posteriormente, el médico le inoculó a este niño un preparado de viruela común extraído de un enfermo grave pero el niño no se enfermó. Es debido a ello, que se generalizó el nombre de “vacuna” para este tipo de preparados.
El fundamento para que las personas “vacunadas” no adquieran las formas graves de la enfermedad está en que los organismos más desarrollados, como el ser humano, tienen un Sistema de Defensa que los protege de agresiones externas. Este sistema se activa ante ciertos estímulos generando la producción de sustancias protectoras denominadas “anticuerpos”, que mantienen “inmune”, o protegido de la enfermedad, a quien recibe la vacuna.
A partir de la experiencia de Jenner se inició un muy intenso trabajo para desarrollar vacunas contra otras enfermedades infecciosas. En el Perú, actualmente contamos con vacunas que protegen de las formas graves de Tuberculosis, Poliomielitis, Difteria, Tétanos, Tos Ferina, Hepatitis Viral B, Influenza, Rubéola, Parotiditis (Paperas), Sarampión, entre las más importantes. Algunas de ellas se aplican masivamente a todos los niños menores de un año. Otras están también indicadas para adultos en condiciones especiales (exposición a riesgos, enfermedades crónicas de fondo, deficiencias del sistema de defensa etc.).
La única enfermedad inmunoprevenible que ha sido erradicada (eliminada totalmente de la faz de la tierra) es la Viruela. A partir de finales de los setenta, en nuestro país se inició un intenso esfuerzo de vacunación, el que tuvo su expresión máxima en la generación de las Campañas Nacionales de Vacunación “VAN”, a mediados de los ochenta, y en la creación del Programa Ampliación de Inmunizaciones (PAI), a inicios de los noventa. Gracias a estos esfuerzos, el último caso confirmado de Poliomielitis en el Perú se presentó el año 1991 y el último caso confirmado de Sarampión, el año 2000.
Algunas de estas enfermedades pueden ser prevenidas, es decir que puede evitarse su ocurrencia, mediante la administración a las personas aún no infectadas de preparados especiales elaborados con componentes de los mismos microorganismos que producen la enfermedad. Estos preparados son conocidos como vacunas.
La primera vez que se aplicó este principio de una manera sistemática por la medicina occidental fue hace más de 200 años, cuando el Médico Inglés Edward Jenner se percató, en medio de una de las peores epidemias de viruela que padeció Europa, que las personas que ordeñaban las vacas y que se enfermaban de “viruela vacuna”, una forma benigna de la viruela, a pesar de estar luego en contacto con enfermos de viruela común, no adquirían esta enfermedad. Jenner extrajo pus de la lesión de una ordeñadora y se la inoculó a un niño sano, el cual presentó los síntomas de la “viruela vacuna”. Posteriormente, el médico le inoculó a este niño un preparado de viruela común extraído de un enfermo grave pero el niño no se enfermó. Es debido a ello, que se generalizó el nombre de “vacuna” para este tipo de preparados.
El fundamento para que las personas “vacunadas” no adquieran las formas graves de la enfermedad está en que los organismos más desarrollados, como el ser humano, tienen un Sistema de Defensa que los protege de agresiones externas. Este sistema se activa ante ciertos estímulos generando la producción de sustancias protectoras denominadas “anticuerpos”, que mantienen “inmune”, o protegido de la enfermedad, a quien recibe la vacuna.
A partir de la experiencia de Jenner se inició un muy intenso trabajo para desarrollar vacunas contra otras enfermedades infecciosas. En el Perú, actualmente contamos con vacunas que protegen de las formas graves de Tuberculosis, Poliomielitis, Difteria, Tétanos, Tos Ferina, Hepatitis Viral B, Influenza, Rubéola, Parotiditis (Paperas), Sarampión, entre las más importantes. Algunas de ellas se aplican masivamente a todos los niños menores de un año. Otras están también indicadas para adultos en condiciones especiales (exposición a riesgos, enfermedades crónicas de fondo, deficiencias del sistema de defensa etc.).
La única enfermedad inmunoprevenible que ha sido erradicada (eliminada totalmente de la faz de la tierra) es la Viruela. A partir de finales de los setenta, en nuestro país se inició un intenso esfuerzo de vacunación, el que tuvo su expresión máxima en la generación de las Campañas Nacionales de Vacunación “VAN”, a mediados de los ochenta, y en la creación del Programa Ampliación de Inmunizaciones (PAI), a inicios de los noventa. Gracias a estos esfuerzos, el último caso confirmado de Poliomielitis en el Perú se presentó el año 1991 y el último caso confirmado de Sarampión, el año 2000.
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